Sáb. Oct 5th, 2024

ECONOMIA

La economía española necesita la paz en Ucrania

Por José Manuel Corrales, profesor de Economía y Empresa de la Universidad Europea

José Manuel Corrales, Universidad Europea.

La guerra en Ucrania amenaza con extenderse más allá del territorio ucraniano, afectando de forma significativa a la economía europea, con dinámicas inflacionistas en los mercados, incrementos de los precios energéticos, graves afecciones en la cadena de distribución y provocando una grave y progresiva crisis alimentaria en el mundo.

El problema de esta vertiginosa escalada en el conflicto de Ucrania es que Rusia aportaba hasta ahora cerca del 45 % de las importaciones totales de gas natural de la UE

Las perspectivas para la economía española ya no son tan favorables, porque están sometidas a una gran incertidumbre,  con un encarecimiento notable de las materias primas y con cuellos de botella que afectan a la cadena de distribución

No hay buenas noticias en el mundo, la posibilidad de un conflicto nuclear nunca estuvo tan cerca desde la Segunda Guerra Mundial. La invasión de Ucrania ha provocado una perturbación negativa en toda Europa cuando aún no se había completado la recuperación de la crisis generada por la pandemia del COVID19. En España todavía no hemos alcanzado los niveles económicos prepandemia, ni logrado una recuperación completa de la actividad económica.

La guerra en Ucrania amenaza con extenderse más allá del territorio ucraniano, afectando de forma significativa a la economía europea, con dinámicas inflacionistas en los mercados, incrementos de los precios energéticos, graves afecciones en la cadena de distribución y provocando una grave y progresiva crisis alimentaria en el mundo.

El anuncio realizado por Putin, el 21 de septiembre de este año, de una movilización militar parcial de la población rusa y su amenaza poco velada de que usará armas nucleares si peligra el territorio ruso, ya ha provocado múltiples protestas y detenidos en Rusia, una nueva diáspora de ciudadanos rusos disconformes, el anuncio de nuevas sanciones por parte de la UE y reacciones negativas en todos los ámbitos.

La economía mundial se va a resentir por este anunciado incremento de las hostilidades en Ucrania y la inestabilidad política y económica se va acrecentar.

En las relaciones internacionales la complicidad que se puede constatar entre Rusia-China puede desplazar la centralidad en los intercambios comerciales de la UE a otras áreas geográficas.

El problema de esta vertiginosa escalada en el conflicto de Ucrania es que Rusia aportaba hasta ahora cerca del 45 % de las importaciones totales de gas natural de la UE, y los cortes comprometen muy seriamente el consumo y de una forma muy especifica el normal funcionamiento de la industria alemana, clave en la economía europea..

La gasolina, la electricidad y otras materias primas ya han alcanzado máximos históricos tras varios meses de guerra, con  oleadas de alzas de precios, lo que supone un incremento en el coste de la vida, y las previsiones de crecimiento del PIB de Europa pueden verse muy comprometidas, teniendo una clara tendencia a la baja.

El fantasma de la estanflación recorría de nuevo la Unión Europea en los primeros meses de la guerra, ya no es un espectro sino una cruda realidad, estando al borde de la recesión en varios países. Un indeseado estancamiento económico puede socavar de forma muy preocupante la recuperación económica que todas las previsiones garantizaban para los próximos años.

Las perspectivas para la economía española ya no son tan favorables, porque están sometidas a una gran incertidumbre,  con un encarecimiento notable de las materias primas y con cuellos de botella que afectan a la cadena de distribución.

Con estos antecedentes podemos afirmar que no habrá recuperación total de los niveles de prepandemia como mínimo hasta finales de 2023, o inicio de 2024, con un retraso de casi dos años respecto a las previsiones.

Los primeros trimestres de 2022, han arrojado un decepcionante crecimiento del Producto Interior Bruto en España que solo ha supuesto un incremento del 0,3 % en el primer trimestre y un 1,1 % en el segundo trimestre de 2022, cuando las previsiones eran muy superiores. Este crecimiento casi plano de la economía también afecta al conjunto de la Unión Europea (Alemania, creció poco, Francia se estancó e Italia se redujo en el primer trimestre un 0,2 %) debe ser motivo de preocupación.

El Gobierno de España ha reconocido el deterioro evidente de las expectativas y ha empeorado notablemente las previsiones económicas para 2022-2025. Así la previsión de crecimiento económico para 2022 se rebaja al 4,3 % (lo que supone 2,7 puntos menos respecto al 7 % anterior). Y será del 3,5 % en 2023; 2,4 % para 2024 y 1,8 % para 2025. No obstante, el gobierno español prevé un fuerte crecimiento del empleo y una reducción de la tasa de paro hasta situarse por debajo del 10 % de la población activa en 2025. En los últimos meses en España, el mercado de trabajo ha evolucionado positivamente, ya que el empleo y la inversión siguen siendo los motores de la recuperación económica con un crecimiento fuerte y sostenido. 

La inflación tardará meses en descender, con un riesgo real de que se haga crónica, y  las medidas de los bancos centrales de subir los tipos de interés, solo va a provocar menos inversión y empleo, además de un posible incremento de la deuda pública y privada. Los fondos de recuperación Next Generation han comenzado a tener un efecto positivo en el PIB y el empleo, con un incremento de los precios de los activos, principalmente bolsas y viviendas, pero con la decisión del Banco Central Europeo de encarecer el crédito y retirar dinero del sistema, empeorarán notablemente las expectativas económicas. Se produce una evidente contradicción económica,  con unos bancos centrales que tratan de frenar la demanda encareciendo el coste de la financiación, mientras los gobiernos la impulsan, gastando miles de millones en dar dinero a los hogares y las empresas para que sigan consumiendo o invirtiendo.

En España además se padece una improductiva crispación política, que ha provocado que la necesaria reforma laboral (que ha dado resultados positivos en el mercado de trabajo) o los planes anticrisis hayan salido aprobados en las Cortes Generales por la mínima, sin que exista un necesario consenso institucional sobre qué decisiones tomar. Recientemente la polémica entre diferentes administraciones públicas sobre las propuestas generalizadas de bajada de impuestos al patrimonio y las demandas de revisión del sistema de financiación de las comunidades autónomas ha agravado esta inestabilidad política, que previsiblemente se irá acrecentando según se vayan acercando los procesos electorales autonómicos, locales y las elecciones generales del próximo año.

Por tanto, se puede pronosticar que tendremos un otoño caliente, con dificultades para lograr un necesario pacto social de rentas, y que dará paso a un próximo invierno que será duro y difícil, con posibles racionamientos y restricciones en las calefacciones de los hogares y en la producción industrial europea. Y aunque en el corto plazo no hay indicios de recesión económica en España (que es muy probable que la sufran países europeos tan importantes como Alemania), estaremos muy cerca del disparadero y difícilmente se podrá evitar un estancamiento económico que repercutirá negativamente en la calidad de vida y el bienestar social.

Parafraseando a Keynes “cuando piensas que va a suceder lo inevitable, sucede lo imprevisto”, y en la actualidad por razones humanitarias, lo deseable es un inmediato alto el fuego en Ucrania, que los ruidos de las bombas se alejen y que la economía inicie una necesaria y vigorosa recuperación en una senda de paz y distensión. Ojala este buen deseo se convierta en una realidad, aunque debemos prepararnos para lo peor.