Cuando hacer evolucionar la movilidad es luchar contra el Cambio Climático
Por Álvaro Rodríguez de Sanabria. Coordinador General de The Climate Reality Project en España
En el caso de España, el impacto del Cambio Climático se ha visto en cuestiones como el alargamiento de los veranos, con casi cinco semanas más en los últimos 50 años, o la disminución del caudal de los ríos en más de un 20 %.
Estudios internacionales auguran que en 2023 se igualarán, sin necesidad de ayudas, el precio de los vehículos eléctricos y los de gasolina o diésel y a partir de ese momento los eléctricos serán más baratos incluso que los tradicionales.
El ser humano ha basado el gran desarrollo económico global del último siglo en la quema sistemática de cuanto combustible fósil ha estado a su alcance. Así, primero el carbón, y poco después el petróleo y el gas natural, han servido de combustible para la maquinaria del crecimiento. A nadie se le escapa que las condiciones de vida han mejorado y mucho, pero el precio de este desarrollo ha sido la emisión a la atmósfera de una enorme cantidad de dióxido de carbono con lo que de las 280 partes por millón que la Tierra había tenido como máximo en el último millón de años, hemos pasado en menos de 50 años a las 415 actuales. Y esto ha producido que el efecto invernadero de nuestra atmósfera esté aumentando, atrapando una mayor cantidad de radiación infrarroja que anteriormente era liberada al espacio y, consecuentemente, aumentando la temperatura.
A nadie se le escapa que vivimos un momento crítico en lo que al clima del planeta se refiere. La temperatura media se ha elevado ya un grado centígrado con respecto a la que había hace un siglo y el crecimiento está siendo exponencial.
La comunidad científica ha alertado que superar la barrera del grado y medio en este siglo supondría cruzar una línea roja de peligrosas consecuencias ya que, al margen de las emisiones de gases de efecto invernadero emitidas por los humanos, podríamos desencadenar fenómenos que aumentarían esas emisiones de forma autónoma, por ejemplo, descongelando el permafrost de Siberia y Alaska y emitiendo el metano que su suelo almacena.
En el caso de España, el impacto del Cambio Climático se ha visto en cuestiones como el alargamiento de los veranos, con casi cinco semanas más en los últimos 50 años, la disminución del caudal de los ríos en más de un 20 % o el incremento en frecuencia e intensidad de las olas de calor.
Las tres principales fuentes de gases de efecto invernadero son la industria, el transporte y los edificios. En el caso del transporte, supone en España el 40 % del consumo energético, un 25 % de las emisiones de gases de efecto invernadero y más de un 40 % de las emisiones de óxido de nitrógeno (NOx).
Así, las emisiones del transporte no solo calientan la atmósfera, sino que son la principal causa de contaminación del aire de las ciudades. No podemos olvidar que cada año más de 44.000 personas mueren al año debido a la contaminación del aire. Esto es casi un 11 % de las muertes de mayores de 14 años.
Por lo tanto, la necesaria lucha tanto contra el Cambio Climático como contra la contaminación en las ciudades pasa por lograr una revolución en todo lo relacionado con la movilidad tanto de personas como de mercancías. Dicho cambio ya ha empezado, los vehículos diésel y gasolina comenzaron hace ya años una evolución hacia la reducción de emisiones no exenta de algún tropiezo, como el del escándalo de Volkswagen trampeando las emisiones de sus vehículos diésel para que figurasen como con menores emisiones de las que realmente tenían. Otra marca, Toyota, ha estado 20 años impulsando los vehículos híbridos con un motor de gasolina y otro eléctrico como una forma de reducir aun más las emisiones, sobre todo en ciudad. Pero el horizonte para este tipo de vehículos es claramente oscuro pues son ya muchos los países y ciudades que han puesto fecha de caducidad a los motores de combustión. Así, dentro de 19 años, en 2040 se prohibirá en España la venta de coches de gasolina, diésel o incluso híbridos.
Lo cierto es que hace ya años que los vehículos eléctricos han comenzado a frecuentar nuestras calles e incluso nuestras carreteras. Estos vehículos, que no emiten directamente gases al circular, son la clara apuesta para lograr una movilidad cero emisiones. Obviamente, será necesario que la electricidad que alimente dichos coches haya sido obtenido con fuentes renovables no contaminantes. En cualquier caso, en cuanto a España y dado su mix energético actual, un vehículo eléctrico supone una emisión equivalente de unos 20-30 g de CO₂ por Km recorrido en comparación con los más de 120 de un vehículo medio de combustión interna.
Los vehículos eléctricos, además han ido reduciendo sus precios al tiempo que amplían sus autonomías. Estudios internacionales auguran que en 2023 se igualarán, sin necesidad de ayudas, el precio de los vehículos eléctricos y los de gasolina o diésel y a partir de ese momento los eléctricos serán más baratos incluso que los tradicionales.
Si esto se une a las lógicas economías de escala que se darán, es muy probable que la medida de la prohibición de su venta en 2040 acabe siendo innecesaria, pues en esa fecha puede no tener sentido alguno querer comprar un vehículo que queme derivados del petróleo.
Obviamente queda un gran obstáculo y es el del transporte de mercancías pues la transición hacia el vehículo eléctrico va mucho más lenta. No obstante, hay otra tecnología, también sin emisiones contaminantes que es la pila de combustible con Hidrógeno que, todo hace prever, se desarrollará de forma espectacular antes de 2030 año en el que se espera que alcance la competitividad comercial. La ventaja que tiene el hidrógeno es que puede almacenarse y transportarse y no precisa de dotar a los vehículos con un peso descomunal de baterías de almacenamiento. Son varias las iniciativas que ya están en marcha para dotar de pilas de hidrógeno a camiones, autobuses, trenes o incluso barcos. España prevé tener 4Gw de electrolizadores de hidrógeno al final de esta década y Europa 40Gw.
Por lo tanto, vemos que la electrificación de la movilidad es sin duda una de las batallas clave para lograr frenar el avance de la Crisis Climática. Esa batalla se está ya luchando en nuestro país y cada día vemos cómo se van produciendo avances importantes.
Lo cierto es que, más allá del reto tecnológico, o de la oportunidad industrial que supone ponernos a la cabeza de este cambio, apostar por una movilidad que no implique sobrecalentar el planeta o emitir gases tóxicos que maten a los ciudadanos, es sin duda apostar por la vía correcta y aquella que permitirá dentro de 20 años poder mirar a los ojos a nuestros hijos e hijas sin tener que bajar la mirada avergonzados por el planeta que les hemos legado.