El ser humano es uno de los principales causantes de la contaminación de nuestro planeta. De manera individualizada, pudiera parecer que nuestros actos no tienen un impacto negativo significativo, pero, por el contrario, si extrapolamos cada gesto al conjunto de la población, las consecuencias son catastróficas para el medio ambiente.
En 2021, las emisiones de CO2 alcanzaron un nuevo récord mundial, con 36.300 millones de toneladas, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE). En nuestro país, un hogar medio emite más de 12 toneladas de CO2 a la atmósfera cada año.
Por eso, con motivo del Día Internacional del Medio Ambiente, desde POWEN, compañía especializada en energía solar fotovoltaica, queremos hacer un ejercicio de conciencia y detectar algunos de los gestos que realizamos a diario y que contribuyen al deterioro del ecosistema:
Asearnos o lavar los platos. Aunque parezca increíble, en España gastamos de media 142 litros de agua por habitante al día en acciones tan cotidianas como cepillarnos los dientes, ducharnos o lavar los platos. Lo contraproducente para el medio ambiente de estas rutinas es que solemos hacerlas con el grifo abierto. En concreto, al lavarnos los dientes estamos gastando entre 2 y 18 litros; al ducharnos durante 10 minutos, unos 200 litros; al accionar la cisterna desperdiciamos unos 8 o 10 litros por uso; y al fregar con el agua corriendo, consumimos de 5 a 10 litros por minuto.
Usar desodorantes en spray. Cada año, se usan 3 mil millones de desodorantes en spray en el mundo. Aunque ya no contienen CFC (clorofluorocarbono) -muy dañino para la capa de ozono-, los compuestos orgánicos volátiles (COVs) presentes, como dióxido de carbono, azufre o nitrógeno, producen gas de ozono en la capa más baja de la atmósfera al entrar en contacto con la luz del sol. Esto contribuye a la contaminación del aire y la creación de la boina de polución o smog. Lo mismo ocurre con los perfumes, ambientadores, lacas e insecticidas.
Beber agua en botellas de plástico. El plástico es uno de los componentes que mayor impacto negativo produce en el medio ambiente, por su lenta degradabilidad y por la composición química que presentan. Según la Fundación Aquae, las botellas de plástico tardan en descomponerse entre 500 y 1.000 años. A esto hay que añadir que más del 90% de los plásticos del mundo se elaboran a partir de combustibles fósiles -se necesitan 100 ml. de petróleo para producir una sola botella-. Su eliminación, mediante incineración, genera vapores tóxicos; pero gran parte de ellas acaba en los mares y océanos -hasta 12 millones de toneladas al año-. De continuar a este ritmo, en 2050 los océanos contendrían más plástico que peces, según la ONU.
Iluminar nuestra casa o empresa. La luz eléctrica contribuye a la contaminación del medioambiente principalmente por dos motivos. El primero de ellos, tiene que ver con su forma de producirla. Tanto las centrales térmicas como las nucleares utilizan combustibles fósiles, energía nuclear y agua, y generan importantes residuos; todo ello con un gran impacto ambiental. La solar fotovoltaica se ha convertido en una gran alternativa para producir electricidad sin impacto al medio ambiente. El segundo motivo tiene que ver con las bombillas y lámparas. Estos elementos contienen entre 3 y 50 mg de mercurio, un metal pesado y tóxico que libera un vapor nocivo para la salud y nuestro ecosistema si se rompen. Además, producen gran cantidad de CO2 que va directamente al medio ambiente.
Desechar anillos de recipientes y latas sin cortar. Las latas de cervezas y refrescos suelen venir sujetas mediante unos aros de plástico que, cuando se desechan, si no se cortan pueden ser una trampa para peces y tortugas, entre otros. Al acabar en el mar, estos animales pueden quedar atrapados en ellos, causándoles mutilaciones, malformaciones, asfixia e, incluso, la muerte.
Echar toallitas húmedas al váter. A diferencia del papel higiénico, las toallitas húmedas no se deshacen con facilidad cuando se arrojan al váter. En su recorrido hacia las depuradoras se mezclan con otros residuos generando grandes atascos, también en alcantarillas y tuberías, rompiendo bombas de succión y contaminando las aguas subterráneas. Este gesto supone un gran gasto, pues según la OCU, cuesta entre 500 y 1.000 millones anuales en depuración de aguas. Sin mencionar que mientras se desatascan y reparan las plantas de depuración, miles de litros de aguas fecales se vierten sin tratarse a ríos, mares y océanos, contaminando sus aguas.
Tirar colillas al suelo. A nivel global, se fuman 6 billones de cigarrillos anuales y 4,5 billones de colillas terminan en el medio ambiente. Una única colilla puede contaminar hasta 1.000 litros de agua, debido a sustancias químicas como el plomo; y tarda en degradarse más de 10 años, no sin liberar nicotina, arsénico, cadmio y otros metales pesados perjudiciales para el aire, por sus filtros a base de acetato de celulosa. Además, estos restos tienen un grave impacto en peces y aves, que las ingieren y pueden causarles importantes daños e, incluso, la muerte.
Lo positivo es que todos estos gestos, tan habituales en nuestro día a día, se pueden corregir o evitar si ponemos voluntad para ello. Solo siendo conscientes de las repercusiones, podremos buscar soluciones más sostenibles que mejoren la situación y contribuyan a que las futuras generaciones disfruten de un medio ambiente en mejores condiciones.